XXVI Congreso Internacional sobre Aprendizaje

Resumen

Aceptada la idea de “socialización permanente”, no parece haber cuestionamiento sobre el poder de aquellos agentes que logran irrumpir en el imaginario colectivo y en una adultez en constante construcción. Las industrias culturales convierten la narrativa audiovisual en una poderosa herramienta al servicio de un proceso de enseñanza-aprendizaje para una identidad sostenida por una “conciencia de éxito”. Queda fuera de cualquier evaluación moral el despertar de ciertas emociones, la construcción de ciertos sentimientos; desligándose de contextos, causas y consecuencias. El ser consumidor, competitivo, ajeno a la ética del cuidado, a la compasión, parece irrefrenable. El acento puesto sobre la “educación en valores” no está logrando frenar el avance de las desigualdades. Por el contrario, producciones discursivas (por ejemplo: a través de los principales Servicios de Redes Sociales) motivan hacia un falso “autocuidado” y una “marca personal” que requieren un camino “en solitario” de esfuerzo, mérito, emprendimiento, autocontrol, autoexigencia. Un trabajo pedagógico-social para lograr un ser como “empresa comercial” que ―como explican Lorey, Bauman, Giroux y Beck, entre otros/as― resignifica lo social como economía, lo individualiza, y naturaliza la exigencia de respuestas individuales a problemas creados socialmente. Una pedagogía alternativa, que abogue por la ética comunitaria, está obligada a identificar y nombrar estas estrategias de deshumanización y contrarrestarlas. Un currículo que potencie el pensamiento sociocrítico y el análisis del discurso, desde una metodología que juegue con las mismas herramientas didácticas, es crucial para trascender esta deshumanización ―la imposición de autosuficiencia, de desconexión― y aproximarse a la interdependencia, a la cooperación.