XXI Congreso Internacional sobre Nuevas Tendencias en Humanidades

Resumen

La autoetnografía, como un producto y un proceso de investigación, busca describir y analizar sistemáticamente una experiencia personal con el fin de penetrar en la experiencia cultural y comprenderla. Sin embargo, este posicionamiento tiene una afectación de primer orden en la conceptualización misma de lo científico. Primero, porque la autoetnografía reconoce explícitamente la subjetividad, la emocionalidad y la influencia del investigador en su trabajo. Para muchos investigadores esto ha sido aplaudido como una fortaleza, ya sea por entenderlo como un acto social y políticamente justo o consciente, por ser el medio más efectivo para replantear experiencias y generar empoderamiento o por su carácter terapéutico o por constituir a través de su embodiment, el método más veraz de hacer ciencia social. Sin embargo, esto no está exento de unas contradicciones. La autoetnografía construye la mayor parte de su validez científica a partir de un procedimiento dotado de una facultad catártica, de un procedimiento que, desde la antropología, es capaz de organizar una narración de la propia vida, eso sí, todo sobre el entendido de que el yo representa la fuente primera y, en general, definitiva de la verdad. En esta ponencia me propongo, por tanto, analizar cómo el surgimiento y puesta en liza de este método implique también admitir que la única manera que ha encontrado la antropología contemporánea para legitimarse es reconociendo que la cultura y los escritos antropológicos (algo, huelga decir, indistinto a ella) son ficciones en cuya verdad uno nunca puede confiar del todo.