Heraclio y el Corán

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Abstract

El año 628 contempló a tres líderes revestidos de rasgos mesiánicos: el emperador Heraclio, que se presentaba como un nuevo David y como un nuevo Noé ante los pueblos de Oriente, Cosroes II que fue visto por algunos judíos como un nuevo Ciro o mesías gentil que los liberaría de la opresión romana y que en 621 convocó en Ctesifonte un concilio de las distintas iglesias cristianas asumiendo el papel de un nuevo Constantino sin renunciar a su zoroastrismo y Muḥammad, un profeta que ese mismo año de 628 obligaba a la Meca a someterse mediante un tratado y que aparecía ya como el iniciador de una nueva fe y el unificador de los árabes. Las relaciones e influencias de y entre estos tres singulares personajes son más complejas de lo que pueda atisbarse en un primer examen. Dos pruebas de ello nos las proporcionan la llamada azora 30 de los Rūm o de los Bizantinos, vinculada a las campañas de Heraclio contra los persas y la fuerte relación existente entre el ascenso de Heraclio al verdadero Ararat, actual monte al–Cudi o Ŷudiyy en la frontera entre Turquía e Iraq y la identificación de dicho monte con el Ararat de la primera tradición islámica.